Querida persona que lee y está en un momento complejo
Espero que esta idea pueda ser un buen acompañante
7/18/20254 min read
Hay una fábula que nos contó un profesor en el instituto (gracias Javi, por trasladarnos tu pasión y cuidarnos tan bien, sé que marcaste a muchas personas para bien), y creo que ni yo misma fui consciente del impacto de esas palabras. A día de hoy me siguen acompañando, y, para mi sorpresa, tiene mucho que ver con la filosofía* detrás del enfoque terapéutico que utilizo.
Está historia se llama "El anillo del rey":
Érase una vez, en un reino lejano, un rey sabio y poderoso que deseaba lo mejor para su gente y sus descendientes. Mandó a hacer un precioso anillo con un diamante resplandeciente y reunió a los más grandes sabios de su corte.
"Quiero ocultar dentro de este anillo un mensaje. Unas pocas palabras que me sirvan de guía en los momentos más oscuros, cuando la desesperación me invada. Algo que mis herederos también puedan consultar en tiempos difíciles. Debe ser tan pequeño que quepa justo debajo del diamante".
Los sabios, eruditos de renombre, se quedaron perplejos. ¿Cómo condensar la sabiduría de grandes tratados en dos o tres palabras? Pasaron horas revisando antiguos textos de filosofía, pero ninguna frase parecía encajar.
El rey tenía un sirviente muy querido, un anciano que había servido a su padre y lo había cuidado desde niño. Lo consideraba parte de su familia y todos lo respetaban profundamente. Desesperado, el rey le consultó.
El anciano, humilde, respondió: "No soy un sabio, ni un erudito, Majestad, pero conozco el mensaje".
Asombrado, el rey preguntó: "¿Cómo es posible?".
-"Durante mi larga vida en palacio", explicó el sirviente, "conocí a toda clase de personas. Una vez, un gran maestro, invitado de vuestro padre, me confió este mensaje cuando se despidió. Yo mismo lo acompañé hasta la puerta, y en agradecimiento me lo entregó".
Con manos temblorosas, el anciano escribió el diminuto mensaje en un trozo de papel, lo dobló y se lo entregó al rey.
-"Pero no lo leas aún", advirtió. "Guárdalo en el anillo. Ábrelo solo cuando sientas que no hay salida, cuando la desesperación sea total".
El destino quiso que ese momento no tardara en llegar. El país fue invadido, el reino estuvo a punto de caer. El rey huía a caballo, solo, perseguido de cerca por sus enemigos. Llegó a un precipicio sin salida, atrapado entre el abismo y sus perseguidores, cuyas voces y el trote de los caballos se acercaban.
Fue entonces cuando recordó el anillo. Con urgencia, sacó el papel, lo desdobló y leyó el mensaje. Eran solo tres palabras, pero su poder fue inmenso:
"ESTO TAMBIÉN PASARÁ"
Al instante, una paz profunda lo invadió. El silencio se cernió sobre él; sus perseguidores se habían perdido en el bosque o habían tomado otro camino. El rey sintió una inmensa gratitud por el sirviente y el maestro desconocido. Esas palabras habían sido un verdadero milagro.
Dobló el papel, lo guardó de nuevo en el anillo, reunió a su ejército disperso y, lleno de renovada fuerza, reconquistó su reino.
El día de la victoria, la ciudad estalló en celebración. Música, bailes y alegría inundaban las calles, y el rey se sentía inmensamente orgulloso de sí mismo. En medio de la euforia, el anciano sirviente se acercó de nuevo.
-"Estimado rey", dijo, "ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo".
El rey frunció el ceño. "¿Qué quieres decir? ¡Ahora mismo estoy en la cima de la alegría, mi pueblo celebra nuestra victoria!".
-"Escucha, Majestad", replicó el anciano. "Este mensaje no es solo para la desesperación, sino también para la euforia. No es solo para cuando te sientes derrotado, sino también para cuando te sientes victorioso. No es solo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero".
El rey abrió el anillo. De nuevo, leyó las mismas tres palabras:
"ESTO TAMBIÉN PASARÁ"
Y en medio del bullicio de la celebración, sintió la misma paz y el mismo silencio interior. El orgullo, el ego, desaparecieron. En ese instante, el rey comprendió la verdadera profundidad del mensaje: lo malo es tan transitorio como lo bueno.
-"Recuerda que todo pasa", concluyó el anciano. "Ningún acontecimiento, ninguna emoción, es permanente. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad, porque son la esencia misma de la vida."
Quiero que antes de seguir leyendo, te tomes unos minutos para reflexionar sobre la enseñanza del mensaje del anillo: ¿Cómo se aplicaría eso a tu vida? ¿Cómo te ha hecho sentir ese mensaje?
Si me permitís conectarlo con la psicología, no le falta razón al mensaje: las emociones son pasajeras. Todos partimos de cierta emoción "base" en nuestro día a día. Como un punto de partida, emocionalmente hablando. Obviamente si atravesamos momentos complejos, esa línea inicial estará más bajita, más tendente a emociones asociadas a baja energía (tristeza, apatía, desesperación); o si estamos en una situación que nos genera mucha ansiedad, partimos desde un punto mucho más intenso, más alto ("con la mecha más corta"). El caso es que nuestras emociones van cambiando a lo largo del día, respondiendo a lo que nos va llegando del entorno (exterior o interior), pero por regla natural, siempre van a tender a estar dentro de "lo tolerable" (ventana de tolerancia, término que ya os hablaré en otra ocasión, o podéis preguntarle a ChatGPT). Cuando aparece una emoción muy intensa, igualmente va a tender a volver a rebajarse. ¿Qué pasa? Que empezamos a actuar en base a esa emoción: darle vueltas, dejar de hacer cosas...centramos mucho todo lo que hacemos en aquello que nos impactó, y eso hace que el estado emocional se mantenga, en lugar de retornar su base.
CUIDADO: Eso no significa que tengamos que ir como pollos sin cabeza, tapando nuestras emociones. Más bien se refiere que en momentos de alta intensidad emocional, es fácil dejarnos llevar por ellas; pero no son buenos consejeros. En esos momentos la mejor gestión que podemos hacer es ser conscientes de qué me está dominando, y enfocarme en qué me ayuda a traversar eso lo mejor posible, sin tomar decisiones importantes, sin estar retroalimentando lo que me duele. Es algo complejo de explicar, pero espero que te sirva como inspiración y te deje pensando. Espero que la fábula sea una buena compañera en ello.
*La terapia de aceptación y compromiso puede considerarse una filosofía dado que el marco conceptual en el que se cimienta ofrece una perspectiva sobre cómo vivir y relacionarse con la experiencia. Dicho lo cual, no deja de ser una terapia basada en evidencia, con técnicas y herramientas que buscan un cambio significativo en la persona.
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